La explicación que
ofrece Girard a este problema es que todos tenemos deseos y éstos no son
exclusivos, no son un deseo propio, son un deseo social o de los otros, “un
deseo imitado o mimético”, que “imita ávidamente las palabras, los gestos, los
comportamientos y sobre todo los deseos de los otros que nos circundan”.
Por este deseo los niños hacen se
aprendizaje social, sin él no sería posible asimilar ni transmitir los
conocimientos de generación en generación. Pero imitar el deseo de otros es
desear lo mismo, el mismo objeto que el otro desea y esta es la raíz de la
rivalidad. El dinamismo mimético, lleva consigo una fuerza expansiva, este
proceso imitativo generalizado en el que yo soy modelo de mi propio modelo y modelo
para el queme imita y así en una secuencia sin fin, el resultado es un
reforzamiento recíproco de la mimesis, de la rivalidad.
De este modo estamos ante la raíz
estructural de la violencia, todas las demás violencias serán derivadas. Así se
explican desde este mecanismo mimético los procesos de la violencia. De la
misma forma los comportamientos solidarios, altruistas, generosos, Girard, no
considera a los hombres intrínsecamente malos, pero tampoco tan buenos, más bien hay que ver que el mimetismo tiende
a agravar todas sus conductas, así también a contrarrestarlas.
La mimesis de apropiación convierte
a los miembros de una comunidad en rivales, para el buen funcionamiento de ésta
hay que reprimirla y una forma es proyectar este antagonismo sobre otros,
canalizando la violencia en los chivos expiatorios. La a muerte de una víctima
tiene el poder de reunir en torno suyo a los miembros de esta comunidad y poner
fin a la crisis mimética.
El paso siguiente es sacralizar a la
víctima, si antes del sacrificio ésta era un peligro éste se conjura después
del sacrificio y los unifica. En su nombre se toman medidas de prohibición para
evitar la contaminación mimética. Cuando reaparezcan las crisis miméticas se
volverla a hacer, se imita lo que hizo la victima, dejarse matar por la
sociedad, pero ahora se buscará una victima sustitutoria. Es la víctima
sacrificial, y estamos ante el rito sacrificial, que va acompañado de un mito,
que es en realidad el relato del linchamiento fundados camuflado y este engaño
es un esfuerzo por mantener la paz social.
Los Evangelios semejan un mito, pero
se insiste en dejar claro la inocencia de Cristo, que no funciona como chivo
expiatorio, sino como victima que deja al descubierto el sistema sacrificial.
La solución a la rivalidad mimética camina por el evangelio, hay que romper con
el circulo de escalada mimética, haciendo lo contrario de lo que reclama, hay
que denunciar que toda la cultura está dominada por la acusación mimética, que
busca culpables y hace víctimas.
Mardones José, María. El retorno al mito. 6.2 Una teoría sacrificial de
la cultura (R. Girard) Madrid, España.: Editorial Síntesis, 2000. p 125-131.
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